domingo, 5 de julio de 2015

LOS LIBROS QUE MARK TWAIN DICTÓ DESDE EL MÁS ALLÁ



§  Samuel Clemens, más conocido por Mark Twain, murió en 1910.
§  Varias mediums afirmaron estar en contacto con el autor americano.
La publicación de libros póstumos no es una novedad, pero desde luego, que sea el propio autor el que dicte un nuevo libro desde la tumba es, sin duda, algo que llama la atención. Mark Twain, uno de los grandes escritores del siglo XIX en Estados Unidos, murió en 1910. Pues bien, al menos dos mujeres afirmaron haber estado en contacto con él tiempo después de su muerte.
Emily Grant Hutchings practicaba el juego de la Ouija -ya sabéis, el típico tablero con el que comunicarse con los muertos- con su amiga Pearl Lenore Curran cuando esta entró en contacto con Patience Worth, una joven del siglo XVII asesinada por un ataque indio. Curran publicó varios libros basados en las historias de Worth y, por lo visto, eso despertó cierta inquietud literaria en Emily Grant, quien, poco tiempo después, afirmó estar en contacto con el espíritu de Mark Twain. En 1917 publicó el libro Jap Herron, afirmando que era obra del autor americano, lo que le valió la querella por parte de la hija de Twain. La crítica de su época del New York Times no tiene precio:
Si esto es lo mejor que Mark Twain puede hacer cruzando la barrera, lo único que puede esperar el ejército de admiradores que sus obras han ganado para él, es que a partir de ahora respete esos límites
El caso nunca llegó a juicio tras un acuerdo y los libros fueron retirados de la venta y la mayor parte de las copias destruidas.
El otro libro no llegó tan lejos como el de Emily Grant, ya que Mildred Swanson, miembro de la Sociedad Psíquica del Medio Oeste, lo que hizo fue escribir un diario en el que recogía sus conversaciones diarias -también vía ouija- con el espíritu de Samuel Clemens. El diario apareció publicado bajo el título de God Bless You, DaughterQue Dios te bendiga, hija– que, según ella, era como siempre se despedía al terminar una sesión. El libro, al final, no acabó por ver la luz en una editorial y fue autoeditado.
Lo curioso sería saber qué habría dicho el propio Twain de estas dos situaciones, teniendo en cuenta el carácter vehemente, jocoso y nada dado a creer en lo paranormal del genial autor sureño. Sin duda, más de un dardo envenenado habría salido de su pluma para acabar en el cogote de alguna de estas dos señoras.




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