martes, 28 de octubre de 2014

EL PLAGIO LITERARIO

TOMADO DEL BLOG ser escritor (Derechos de autorEl mundo del libroGeneral) por Manu de Ordoñana 

Se suele decir que todo está escrito en los clásicos griegos y que, a partir de ellos, ha sido imposible crear algo nuevo y original. Ya Eugenio D´Ors aseguró que todo lo que no es tradición es plagio, y Baroja fue más allá al concluir que todo lo que no es autobiografía es plagio. Eso explicaría el que pocos escritores se hayan librado de ser acusados alguna vez de plagio literario, tal y como apunta Manuel Francisco Reina en su libro “El plagio como una de las bellas artes”. Y es que la frontera entre plagio e imitación —o reproducción o falsificación— no está bien delimitada y se presta a confusión.
El inicio del Quijote “En un lugar de la Mancha…” es un octosílabo copiado del romance popular “El amante apaleado”. La fórmula “de cuyo nombre no quiero acordarme…” está en un cuento del infante Juan Manuel sobre el conde Lucanor, que empieza así: “Señor conde —dixo Patronio—, en una tierra de que me non acuerdo el nombre, avía un rey…”. El sobrenombre de “Caballero de la triste figura” que Cervantes atribuye al Quijote es el título del libro III de Clarián de Landanís, escrito por Jerónimo López en 1588.
También Shakespeare fue acusado de plagio. Hasta se le atribuye una frase en la que lo defiende con altivez “He rescatado las ideas interesantes de unas obras bastante mediocres y las he mejorado”. Leopoldo Alas “Clarín” dijo de él que había tomado 6043 versos de 1771 poetas que le precedieron. “La leyenda del rey Lear” la contó el galés Godofredo de Monmouth en la “Historia de los reyes de Bretaña”, un libro de escaso valor histórico escrito entre 1130 y 1136, pero que contiene la versión más antigua conocida de la historia del rey Leir de Britania, aunque Shakespeare modificó el argumento y desheredó a Cordelia, la hija menor, que casó con el rey de Francia y que más tarde acogió a su padre, tras ser depuesto por sus yernos.
¿Sería justo acusar de plagio a Cervantes y a Shakespeare por esos préstamos tomados de textos antes escritos por otros autores? En el primer caso, es la mera adopción de unas expresiones que probablemente eran de uso común en la época—aunque luego hayan pasado a la posteridad—, mientras que, en el segundo, es valerse de una leyenda perdida en la noche de los tiempos. El propio Clarín fue objeto de crítica acerba por parte de sus enemigos, que vieron en “La Regenta” grandes similitudes con “Madame Bovary”, dos obras harto diferentes, que sólo coinciden en que se sirven del adulterio para destapar una sociedad que lucha por dejar atrás su vieja moralidad, además de la técnica impresionista con que ambas fueron escritas y que Flaubert utilizó por primera vez.
La lista de escritores ilustres que han cometido plagio es larga y bien documentada. En el libro antes citado, “El plagio como una de las bellas artes” Manuel Francisco Reina rastrea los “robos” más significativos que se han producido en la literatura hispánica. Pero siempre queda la duda de si realmente se trata de plagio o son simplemente imitaciones.
El Tratado de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (1996) sobre derechos de autor define la propiedad intelectual como el conjunto de derechos que asisten a un autor por cada una de sus obras, ya sean literarias o artísticas, siguiendo la línea que ya marcó el Tratado de Berna en 1886. Para ello, exige dos requisitos: que se trate de una obra original y que esté plasmada en un soporte físico o digital, entendiendo que las ideas abstractas no se protegen. Pero curiosamente, en ninguno de los dos textos, figura la palabra “plagio”. Y tampoco la hemos encontrado en la Ley de Propiedad Intelectual que el Congreso Español ha enviado al Senado, y que, previsiblemente, será aprobada antes del 31 de diciembre de 2014. Por algo será…
En la Antigüedad, el concepto de plagio surgió con el comienzo de la esclavitud y era plagiario aquél que poseía siervos en propiedad, como si fuere una cosa. En el siglo I de nuestra Era, Marcial utilizó por primera vez el término en otro sentido, acusando a Fidentino de poeta plagiario, por haberle copiado versos y presentado como suyos. A partir de ese momento, se extendió el calificativo de plagio a toda apropiación indebida de un texto literario, considerándolo un delito de hurto, primer indicio de lo que hoy entendemos por propiedad literaria.
Con la invención de la imprenta, se simplificó la reproducción de los libros y apareció la piratería. El trabajo que suponía reproducir muchos ejemplares de un mismo texto era nimio comparado con el beneficio que se obtenía vendiéndolo, sobre todo, cuando el Renacimiento despierta el interés de las clases privilegiadas por el conocimiento de los textos clásicos. Así se explica la intervención de los príncipes para conceder licencias de explotación —con el consiguiente abono de alcabalas— y proteger al impresor —que no al autor— de la competencia de réplicas no autorizadas, además del interés que tenía la Iglesia en evitar desviaciones de la ortodoxia oficial.
Así, poco a poco, en la Edad Moderna, se va configurando el régimen jurídico del plagio como el acto de copiar libros y hacerlos pasar como  propios, aunque las licencias se concedían a los talleres de impresión. El estatuto de la Reina Ana (1710), en Inglaterra, fue el primer intento de legislar sobre derechos de autor, si bien su intención seguía siendo la de proteger a los libreros. Pero, poco a poco, se fueron concediendo a los autores privilegios de exclusividad para editar sus propias obras, en detrimento de los gremios que pretendían conservar de su monopolio.
A partir de ahí, los países de Occidente siguieron su ejemplo y adoptaron medidas más o menos estrictas para proteger la creación literaria, entendiendo que la paternidad que el autor posee sobre la obra nacida de su inteligencia es un derecho de naturaleza espiritual que le corresponde, cuya usurpación por otro sin su consentimiento es un delito. El autor escribe un libro y luego lo imprime —o hace un ebook—, para que el público lo compre, lo lea y disfrute de él. El lector es así propietario del libro para su uso personal, pero nada más que para eso. Tiene autorización para leerlo, pero no puede copiarlo ni difundirlo —tan sólo volverlo a vender—, ya que ese derecho corresponde íntegramente al autor o a su concesionario.
Esta limitación en el uso de un bien adquirido en condiciones legales ha generado lucubraciones jurídicas acerca de su aplicación, que no vienen al caso. Sólo consignar que la propiedad intelectual presenta el carácter general de un bien material —como la posesión de un automóvil—, que otorga a su propietario el derecho a disponer de él con absoluta libertad, y el carácter especial que corresponde a un bien incorporal, que necesita materializarse para entrar en el mercado y generar beneficios a su creador.
Precisamente, por este carácter especial que poseen los libros —igual que cualquier otra creación artística—, hubo que desarrollar una legislación propia para su protección. En el ámbito anglosajón, surgió el término de copyright y en Europa el de derecho de autor, dos conceptos que, si bien coinciden en lo fundamental, presentan una diferencia importante: El primero tiene una finalidad más mercantilista, ya que defiende, sobre todo, el derecho patrimonial o económico, de carácter enajenable, para obtener beneficios por la explotación de la obra, mientras que el segundo reconoce además el derecho moral ,de carácter irrenunciable e inalienable, que el autor posee a divulgar su obra, al reconocimiento de la autoría de la misma, al respeto a la integridad, a su modificación, a la retirada del comercio y el derecho al acceso del ejemplar raro, con lo cual el legislador ha querido diferenciar dos tipos de delitos:
1.- La piratería, que viola siempre el derecho patrimonial, bien sea por reproducción, bien sea por su posterior distribución.
2.- El plagio, que vulnera el derecho moral, por ser el hurto de un bien inmaterial, aunque pueda no tener consecuencias crematísticas.
Si bien la piratería es un concepto inequívoco, no ocurre lo mismo con el plagio, cuya definición es ambigua y se presta a numerosas interpretaciones. El diccionario de la Real Academia Española dice: ”Plagiar equivale a copiar sustancialmente una obra dándola como propia”. Y el Código Penal tampoco concreta demasiado. El Tribunal Supremo, en sentencia de 23/3/1999 señala que “plagiar es todo aquello que supone copiar obras ajenas en lo sustancial, sin creatividad propia, aunque se aporte cierta manifestación de ingenio. El plagio puede ser encubierto pero fácilmente detectable al despojar la obra de los ardides o ropajes que la disfrazan. Sin embargo, no procede confusión con todo aquello que es común e integra el acervo cultural generalizado. En suma, el plagio ha de referirse a coincidencias básicas y fundamentales, no a las accesorias, añadidas, superpuestas o no transcendentales”.
Ante definiciones tan imprecisas, si nos preguntamos qué es el plagio y cómo se reconoce, será difícil que respondamos de forma clara y contundente, aunque luego, ante un caso práctico, seamos capaces de discernirlo sin demasiado esfuerzo, justificando nuestro juicio en alguna apreciación estética. Por una parte, calificaremos la originalidad de la obra encausada, tras investigar tanto el fondo —la composición —como la forma —la expresión—, y por la otra, la intensidad, es decir, cuánto del texto plagiado se repite y qué grado de modificación ha sufrido.
Es verdad que el plagio es una falta imperdonable que todo escritor debe evitar. Pero eso no le impide acometer asuntos tratados anteriormente —al contrario, la colectividad se lo exige—, siempre que cumpla determinados requisitos y no perjudique los intereses de los autores que le precedieron. “Todo está escrito”, dijo Mario Benedetti en 1983, y Félix de Azúa lo ha confirmado en su libro Autobiografía de papel: “la poesía y la novela literaria han muerto“. Hagamos lo imposible para resucitarlas
ESCRITO POR:

Manu de Ordoñana
Donostia-San Sebastián
España

miércoles, 22 de octubre de 2014

ASÍ HABLÓ GABO

Colombian author Gabriel Garcia Marquez stands outside his house on his 87th birthday in Mexico City

Cuando se cumplen seis meses de la muerte de Gabriel García Márquez, el periodista Josean Ramos publica “Así habló el Gabo”, un libro en el que relata anécdotas y recuerdos de las tres ocasiones en las que intercambió impresiones con el laureado escritor.
Ramos contó hoy a Efe que la primera vez que se encontró cara a cara con el Premio Nobel de Literatura de 1982 fue a mediados de 1985 cuando viajó de Puerto Rico a México para visitar la residencia del escritor colombiano en El Pedregal de San Ángel, en Ciudad de México, y pedirle que le concediera una entrevista.
“Mi mayor dificultad y miedo era qué le iba a preguntar, porque yo sabía ya muchísimo de su vida”, dijo Ramos sobre el autor de “Crónica de una muerte anunciada” y “El coronel no tiene quien le escriba”.
El comunicador boricua, quien en aquel entonces tenía 30 años, relata que cuando llegó a la residencia de García Márquez, fijó en la entrada un aviso que decía: “Te lo juro, Gabo, no me doy por vencido”.
Un rato más tarde y escondido entre los arbustos fuera de la vivienda, avistó un vehículo que llegaba, conducido por García Márquez, quien iba acompañado de su esposa, Mercedes Barcha.
Ramos se acercó al auto y le pidió al escritor que bajara el cristal. El entonces joven periodista pidió al novelista que le concediera una entrevista e incluso aprovechó para tomarle algunas fotos.
García Márquez le dijo a Ramos que no podía concederle la entrevista en ese momento pero le preguntó cúanto tiempo iba a estar en México, a lo que éste contestó que se quedaría hasta que tuviera la entrevista.
Varias semanas después, concretamente el 26 de agosto de 1985, a las dos de la tarde ambos se encontraron, recuerda Ramos, quien reconoce entre risas que llegó tres horas antes de la cita pautada para hacer la esperada entrevista.
Cuando llegó la hora, una empleada abrió la puerta a Ramos. García Márquez, luciendo un mahón y una chaqueta de este mismo tipo de tela, le invitó a su rincón de escritura, lleno de libros, discos de música y una flor amarilla, sobre la que luego explicaría que era su color predilecto y le daba suerte.
Aunque al autor colombiano de “Cien años de soledad” no le gustaba que lo entrevistaran con grabadora de casete, sí se lo permitió al boricua, pero con la condición de que él también lo hiciera.
“Yo, que vivo de las palabras, que trabajo con las palabras, tengo que andar con un gran cuidado porque mi peor enemigo también son las palabras”, explicó entonces García Márquez a Ramos.
Ambos hablaron de diversos temas, desde el por qué de los títulos de las obras de García Márquez, hasta sus “indirectos viajes” a Puerto Rico, pasando por su afán por la música caribeña, que incluía canciones de los boricuas Daniel Santos, Héctor Lavoe y Ruth Fernández.
También conversaron sobre “El amor en los tiempos del cólera”, ya que “en ese momento, el Gabo le estaba dando la primera lectura a su nueva obra. Vi los manuscritos, tenía una letra bien bonita, ondulada y bien nítida”, relató Ramos.
García Márquez también le contó que en varias ocasiones había viajado a San Juan, pero que en todas ellas solo se puedo quedar en un cuartito del aeropuerto de la capital puertorriqueña, bajo vigilancia de las autoridades, debido a que no poseía visa para entrar a EE.UU., país del que Puerto Rico es un Estado Libre Asociado.
Al terminar la entrevista, García Márquez le entregó a Ramos el casete donde había grabado la conversación por si a éste no le había funcionado el suyo.
“Esa gentileza me dejó reconocer quién era Gabriel García Márquez”, puntualizó el periodista puertorriqueño, que coincidió por tercera vez con el escritor en el Festival del Caribe de 1994 en Cartagena de Indias cuando le otorgaron la Medalla de la Hermandad del Caribe.
“Cuando nos vimos, le dice a su esposa: ‘mira, éste fue el que nos asaltó en México'”, recordó hoy con nostalgia.
Fuente: caracol.com.co


martes, 21 de octubre de 2014

SIETE LIBROS PARA LEER ANTES DE HALLOWEEEN

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7 La caída de la Casa Usher – Edgar Allan Poe
Sin ninguna duda, esta lista debía empezar con Edgar Allan Poe a la cabeza. Quizás el escritor más original e influyente en el género del terror. Uno de sus más impactantes y escalofriantes cuentos es La caída de la Casa Usher, publicado en 1839.

6 La llamada de Cthulhu – HP Lovecraft
Howard Phillips Lovecraft es otro los íconos de éste género. La llamada de Cthulhu fue publicada en en 1926 y es una obra escrita en forma de novelette, es decir, más larga que un cuento, pero más corta que una novela. Utiliza un lenguaje muy descriptivo y por momentos repulsivo y grotesco. Es considerada una de las obras más importantes del género del terror y el suspenso.

5 La canción de Kali – Dan Simmons
La canción de Kali, publicada en 1985, es la primer novela de Dan Simmons y recibió el Premio Mundial de Fantasía de 1986. La historia trata sobre un escritor que viaja a Calcuta con su familia, en busca de información sobre un célebre poeta desaparecido. La trama es apasionante y se entremezcla con la mitología hindú, concretamente con el culto a la diosa Kali.

4 Casa tomada – Julio Cortázar
Casa tomada es un cuento de Julio Cortázar publicado en 1946 y cuenta la historia de dos hermanos que siempre han permanecido juntos en su casa de la infancia con el objetivo de cuidarla y preservarla. A medida que pasan los años comienzan a sentir ruidos extraños dentro de la casa, y poco a poco van abandonando sus habitaciones hasta tener que irse por completo.

3 Dracula – Bram Stoker
La historia del Conde Dracula de Transilvania seguramente es una de las másfamosas obras de terror de todos los tiempos.  La novela fue publicada en 1897 por el irlandés Bram Stoker y trata sobre un joven inglés (Jonathan Harker) que viaja por negocios al castillo del Conde, donde queda prisionero. El Conde resulta ser un vampiro que se enamora de la prometida (y luego esposa) de Harker.

2 Frankestein – Mary Wollstonecraft Shelley
Frankestein fue publicado en 1818 en Inglaterra de forma anónima, y sólo después de la segunda edición se incluyó el nombre de su autora. Narra la historia de un joven suizo estudiante de medicina que con el afán de entender el alma y la consciencia humana, crea un hombre a partir de órganos de cadáveres.

1 It – Stephen King
Llegamos al final con una de las novelas más famosas del género. La obra de Stephen King fue publicada en 1986 y trata sobre un grupo de chicos que son atormentados por un monstruo al que llaman “It” (eso, en español) y que normalmente toma forma de payaso.

XXVII PREMIO ANA MARIA MATUTE DE NARRATIVA PARA MUJERES 2014



1º. Podrán concurrir al mismo 
escritoras de cualquier nacionalidad con relatos en lengua española no premiados anteriormente en ningún otro concurso.
2º. Los originales, con libertad de tema, deberán ser inéditos y tener una extensión no superior a 12 folios, con un tamaño de letra mínimo de 11 puntos y 30 líneas máximo por hoja.
3º. Se presentará UN ejemplar, en folios impresos a doble espacio, por una sola cara, debidamente numerado y encuadernado, cosidos o grapados. Se admitirá un solo ejemplar por autora.
4º. Los relatos presentados deberán ir firmados por sus autoras, incluyendo en el ejemplar sus datos personales (nombre, domicilio, teléfono y correo electrónico) y una breve reseña bio-bibliográfica.
5º. El envío se hará llegar a Ediciones Torremozas, Apartado 19032, 28080 Madrid, España, indicando en el sobre “Para El Premio Ana María Matute”. El plazo de admisión quedará cerrado el 31 de Diciembre de 2014 (se tendrá en cuenta el matasellos de correos). No se admitirán originales vía correo electrónico.
6º. La dotación del Premio “Ana María Matute” es de 300 euros en metálico. El relato ganador, junto a los finalistas, será publicado en un volumen de la Colección “ETC”. Ediciones Torremozas se reserva los derechos de la edición.
7º. El Jurado estará compuesto por especialistas en literatura cuyo nombre se dará a conocer en el momento de hacerse público el fallo, que será inapelable.
8º. Ediciones Torremozas no mantendrá correspondencia sobre este concurso ni devolverá los originales no premiados, que serán destruidos tan pronto se haya producido el fallo.
9º. La presentación al Premio “Ana María Matute” implica la total aceptación de sus bases, cuya interpretación, incluso la facultad de declararlo desierto, queda a juicio del Jurado.
Octubre 2014
Ediciones Torremozas
www.torremozas.com

lunes, 20 de octubre de 2014

DIEZ LIBROS QUE MUY POCOS TERMINARON DE LLER

DIEZ LIBROS QUE MUY POCOS HAN LOGRADO TERMINAR

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El novelista británico Nick Hornby animaba en el pasado festival literario de Cheltenham a quemar en una fogata los libros complicados. A no perseverar con esa novela que se instala en la mesita de noche como un parásito porque su lector es incapaz de leerla pero no quiere admitir su derrota. “Cada vez que seguimos leyendo sin ganas reforzamos la idea de que leer es una obligación y ver la tele es un placer”, afirmaba, en un elogio de la lectura como actividad hedonista.
Al hilo de su participación, muchos foros discutieron qué títulos son los más indigestos, una versión más del eterno debate de si se leen obras complicadas para poder decir que se han leído más que por el placer de leerlas. Algunos llevan esta idea demasiado lejos. El novelista británico Kingsley Amis dijo en sus años de madurez que a partir de entonces, con poco tiempo de vida por delante, sólo leería “novelas que empiezan con la frase: ‘Se escuchó un disparo’”. Quizás el padre de Martin Amis exagerara (las memorias de su hijo, donde tanto lo ataca, tienen casi 500 páginas), pero son muchos los que opinan que “la vida es demasiado corta para leer libros demasiado largos”. He aquí una lista de tomos que cargan con el estigma (injusto a menudo) de ser inacabables.

arcoiris1.- EL ARCO IRIS DE LA GRAVEDAD, DE THOMAS PYNCHON

En el capítulo Girl in the Big Ten de la temporada 13 de Los Simpsons, la pequeña Lisa se quiere hacer pasar por una estudiante de instituto. En una escena fisga en la taquilla de una estudiante y descubre este novelón. La conversación que mantienen las dos se desarrolla así: “¿Estás leyéndote El arco iris de la gravedad?”, le pregunta la pequeña Simpson. “Bueno, lo estoy releyendo”, contesta la estudiante. Esta broma, y el hecho de que aparezca en esta serie, resumen hasta qué punto esta y otras novelas del autor más misterioso de la literatura estadounidense ha alcanzado el estatus de literatura ilegible. No para todos, claro. Es famoso el profesor George Lavine, que anuló sus clases para encerrarse durante tres largos meses de 1973 con el único objetivo de engullirla. Cuando salió de su reclusión afirmó que Pynchon era lo mejor que le había pasado a las letras estadounidenses del siglo XX.CRIMEN Y CASTIGO

2.- CRIMEN Y CASTIGO, DE FIODOR DOSTOYEVSKI

De poco sirve que se pueda leer como un thriller psicológico y torturado que no se resuelve hasta el último párrafo. Quizás por su título, que algunos consideran aplicable a lo que representa su escritura y su lectura, pocos no se atreven ni a tocar con un palo los delirios de Raskolnikov, o los dejan a la sexta muestra de tormento.

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3.- GUERRA Y PAZ, DE LEÓN TOLSTOI

Otro ejemplo de la literatura rusa, que se suele colocar en este tipo de listas con bromas como: “Lamentablemente, no llegué ni al primer disparo de la guerra”. Aunque muchos lo consideran una lectura trepidante ambientada en la invasión napoleónica de la Madre Rusia, preferirían ver la versión cinematográfica. Carga con el estigma recurrente de que leer a los rusos es complicado y más fatigoso que escalar algún pico de los Urales. Su autor lo escribió convalenciente, después de romperse un brazo tras caerse de un caballo. Algunos lectores declaran en este tipo de debates haberse sentido así durante su lectura.

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4.- ORGULLO Y PREJUICIO, DE JANE AUSTEN

Otra novela que esconde claves en su título. Algunos lectores la acaban por lo primero, por orgullo, y otros ni se acercan por lo segundo, por puro prejuicio. Es una cumbre de los bisbiseos y los tejemanejes románticos, incluso cómicos, pero el lector contemporáneo a menudo se harta de las tensiones sexuales que sí celebra en las telecomedias. Este lector poco paciente no es el único. El genio Mark Twain llegó a declarar: “Cada vez que leoOrgullo y prejuicio me entran ganas de desenterrarla y golpearle en el cráneo con su propia tibia”.

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5.- VIDA Y OPINIONES DEL CABALLERO TRISTAM SHANDY, DE LAURENCE STERNE

Se publicó por volúmenes durante ocho años. El autor falleció antes de que se publicara como novela; de hecho, muchos especialistas consideran la obra inacabada después de tantísimas páginas. El libro pretende ser la autobiografía del narrador, que se pierde en digresiones y bucles infinitos y tronchantes pero no aptos para todos los paladares. Es una pieza fundamental en la narrativa moderna y cómica, pero el hecho de que el protagonista no nazca hasta el libro tercero no ayuda a que muchos aguanten con el volumen en las manos. Quizás prefieran la adaptación de Michael Winterbottom, aunque de adaptación fiel tenga, como no podía ser de otro modo, poco.

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6.- LA DIVINA COMEDIA, DE DANTE

El poema escrito por Dante Alighieri en el siglo XIV pertenece al grupo de los que quizás engañen por el título al incauto. Crucial en la superación del pensamiento medieval y ácido como un limón en los ojos gracias a los comentarios sobre su época, ha sido hasta versionada en un monólogo por Richard Pryor. Sin embargo, muchos se quedan en la primera parte (titulada Infierno) o ni siquiera pasan por la segunda, el Purgatorio, y mucho menos abrazan la definitiva, bautizada como Paraíso.

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7.- MOBY DICK, DE HERMAN MELVILLE

Si el protagonista de otro relato de este autor Bartleby el escribiente, ese abogado neoyorquino hastiado con, entre otras cosas, su trabajo, dice aquello de “Preferiría no hacerlo”, muchos lectores suscriben esa frase cuando se enfrentan a la novela definitiva de Melville. No comparten la obsesión ciega del Capitán Ahab por dar caza a la ballena y se marean con la primera tormenta en alta mar. No están solos, a pesar de la legión de fans entregados que sí vibran con este libro, en una reciente reedición en castellano de esta obra, el prologuista incluye una suculenta anécdota. El músico Moby (sí, el que hace canciones que salen en ochenta anuncios) admite que, aunque se puso ese seudónimo, jamás ha acabado la novela porque le parece “demasiado larga”. Una pista: ese músico calvo se llama en realidad Richard Melville, su tío bisabuelo es el consagradísimo autor.

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8.- PARADISO, DE JOSÉ LEZAMA LIMA

Las más de 600 páginas de esta especie de novela de aprendizaje, exuberante en su prosa como un árbol cargadísimo de fruta, son un infierno para demasiados lectores. Muchos acceden a la formación del poeta José Cemí aconsejados por Julio Cortázar, un autor fundamental para muchos adolescentes del que se intentan devorar todas sus pistas, pero el lenguaje personalísimo y el largo alcance barren a un altísimo tanto por ciento del público de una de las novelas en castellano del siglo XX. Es más curioso si se sabe que el autor es cubano, un carácter poco dado a estos recluimientos. En la narrativa latinoamericana, y pese a su reciente culto global de su autor, también se suele bromear con 2.666, de Roberto Bolaño, que no alcanza ese número de páginas, pero se le acerca, tiene más de mil.

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9.- LAS AVENTURAS DEL BUEN SOLDADO SVEJK, DE JAROSLAV HASEK / DON QUIJOTE DE LA MANCHA, DE MIGUEL DE CERVANTES

El mismo bufido de aburrimiento y desgana en las aulas checas y españolas. Y lo peor es que ambos emitidos por la obligación de leer dos de las novelas más divertidas y delirantes de la historia. Dos historias picarescas con dos antihéroes absolutamente inolvidables que cargan con el problema de ser el clásico más aplaudido de ambos países. ¿Su problema? Obligar a alumnos imberbes con las feromonas disparadas a adentrarse en sus numerosísimas páginas, para convertirlos en “un libro de la Mancha -o de Praga- del que no quiero acordarme”. Leídos, sin embargo, más adelante son más adictivos que una bolsa de pipas con sal o que la serie con más televidentes.
9788439702368

10.- LA BROMA INFINITA, DE DAVID FORSTER WALLACE

Resulta curioso que una novela, entre otras cosas, sobre la adicción y el colapso de la cultura del ocio desanime a tantísimas personas. Su más de mil páginas, cientos de ellas son notas al pie, lo convierten en uno de los libros posmodernos clave en la historia de la literatura, pero también provocan que muchos crean que su malogrado autor, que se acabaría suicidando, había escrito, efectivamente, una especie de broma infinita sin gracia. Los lectores actuales trazan una línea en el suelo y separan dos bandos: la aman o la odian.
Fuente: elpais.com

sábado, 18 de octubre de 2014

EL NUEVO DICCIONARIO DE LA RAE... 2014


Diccionario de la lengua española 2014

El Diccionario de la lengua española, también conocido como Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), es la obra lexicográfica académica por excelencia.
El repertorio empieza en 1780, con la aparición —en un solo tomo para facilitar su consulta— de una nueva versión, ya sin citas de autores, del primer diccionario de la institución, el llamado Diccionario de autoridades (1726-1739). El de 1780 fue, por tanto, el precedente de la serie de diccionarios usuales que llega hasta hoy.
Desde entonces, se han publicado veintitrés ediciones de la obra, convertida, a través del tiempo, en el diccionario de referencia y consulta del español. La más reciente, la 23.ª, ha salido de imprenta en octubre de 2014.
Actualmente, el Diccionario de la lengua española es el resultado de la colaboración de todas las academias, cuyo propósito es recoger el léxico general utilizado en España y en los países hispánicos. Se dirige, fundamentalmente, a hablantes cuya lengua materna es el español, quienes encontrarán en él recursos suficientes para descifrar textos escritos y orales.
El 17 de octubre de 2014 la Academia hizo entrega del primer ejemplar de la vigesimotercera edición al rey de España Felipe VI, en un acto institucional celebrado en el salón de actos de la RAE con la presencia de los directores de las academias americanas.
El diccionario académico tiene desde 2001 una versión de consulta electrónica gratuita, a la que se han ido incorporando una parte de las modificaciones aprobadas por las academias. Actualmente, se trabaja en la versión en línea de la 23.ª edición, para la que se está elaborando una nueva aplicación de consulta, que amplíe las posibilidades de búsqueda y permita la navegación dentro del Diccionario.
Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 23.ª ed. Madrid: Espasa, 2014.
 
Con el patrocinio de:
·         Fundación Endesa 
·         OHL 
·         Fundación Iberdrola  
·         Fundación Ramón Areces
·         Banco Santander
Más información
Discursos pronunciados en Madrid, el 17 de octubre  de 2014, con motivo de la presentación de la obra:
José Manuel Blecua, director de la Real Academia Española
Pedro Álvarez de Miranda, académico director de la obra
Darío Villanueva,   secretario de la Real Academia Española
Humberto López Morales, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española
Luis María Linde, presidente de la Fundación pro Real Academia Española
José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deporte

5 ESCRITORES FAMOSOS POR UN ÚNICO LIBRO


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Mientras algunos grandes nombres de la literatura exhiben una vasta obra a estos 5 escritores les bastó con un solo libro para convertirse en referencia obligada
No. 1. J.D Sallinger. El guardián entre el centeno. Se dio a conocer con esta, su primera y única novela. Publicada, en 1951, se convirtió en un libro de referencia. Desde entonces, Sallinger se retiró de la vida pública.Después de la novela, publicó tres libros de relatos y se tiene constancia de que su último texto publicado fue el relato Hapworth 16, 1924, que apareció en 1965 en la revista New Yorker. Dos años después de su muerte en 2010, el novelista reapareció, de golpe: la biografía The Private War of J.D. Salinger, publicada en España por Seix Barral y la promesa de cinco textos inéditos le han relanzado.
No. 2. Emily Bronte, Cumbres borrascosas. Publicada en 1847 con el pseudónimo Ellis Bell, la novela de Bronte se considera actualmente como un clásico de la literatura. En el comienzo btuvo duras reacciones de los lectores y los críticos, que vieron en sus páginas una historia deprimente. El tiempo sin embargo hizo justicia.
No. 3. Harper Lee, Matar a un ruiseñor. Basada en las vivencias de su infancia, la novela fue publicada en 1960. Apenas dos años más tarde, ya había sido llevada al cine. To Kill a Mockingbird ganó un Premio Pulitzer, ha sido traducido a más de 40 idiomas, y ha vendido más de 30 millones de copias en todo el mundo. Aunque Lee escribió algunos ensayos cortos, nunca trató de publicar otra novela.
No. 4. Margaret Mitchell, Lo que el viento se llevó. Publicada en 1936, esta novela ambientada en la guerra civil de Estados Unidos es uno de los libros más vendidos de todos los tiempos. Ganó el Premio Pulitzer de ficción en 1937 y fue adaptado al cine en 1939. El primer año vendió 176.000 copias. A finales de 1938, más de un millón de copias. Casi 80 años después de su publicación, el libro se vende ahora un estimado de 75.000 ejemplares cada año.
No. 5. John Kennedy Toole. La conjura de los necios. Su incapacidad para que una editorial aceptara su manuscrito lo sumió en una profunda depresión que él decidió resolver suicidándose con monóxido de carbono. Años después de su muerte, en 1980, gracias a la insistencia de su madre, el manuscrito vio finalmente la luz. Y La conjura de los necios no sólo obtuvo el Premio Pulitzer en 1981, sino que las peripecias de su estrafalario protagonista Ignatius J. Reilly se convirtieron en la referencia de una novela de culto. Se publicó luego un libro incompleto, La biblia de neón. Sin embargo, como novela en toda regla, fue la única que publicó. Y ni siquiera pudo vivir para verlo.