El hermano de Ciento breve (2005) será presentado
el domingo 27 de septiembre en la Asociación Cultural Humboldt
Un libro personal, 200 minicuentos de 100 palabras
que ya está siendo distribuido en todo el país, 200 historias que revelan
anécdotas, notas curiosas, analogías… así son los 200 breves de
Karl Krispin y Oscar Todtmann Editores, que será presentado el próximo 27 de
septiembre en la Asociación Cultural Humboldt.
Caraqueño (1960), escritor, profesor, articulista,
ensayista e investigador, Karl Krispin ha publicado a lo largo de su vida
diversas obras entre las que destacan La revolución Libertadora (1990), Viernes
a eso de las nueve (1992), Golpe de Estado Venezuela 1945-1948 (1994), Camino
de humores (1998), Alemania y Venezuela 20 testimonios (2005), Con
la urbe al cuello (2005), Lecturas y deslecturas (2009),
y La advertencia del ciudadano Norton (2010).
Sin embargo, fascinado por los minicuentos desde
hace 15 años gracias al concurso organizado por la revista colombianaEl
Malpensante (donde participó), no para de escribirlos. En el 2005
publicó Ciento breves y diez años más tarde sorprende con el
doble de mini-historias que revelan su ahínco y su pasión por este género
literario. “Bastarán al menos 100 palabras para sentirme contento urdiendo
literariamente una historia”…
-¿Qué le inspiró a escribir micro relatos?
El verbo inspirar me da la impresión de que debería
ser desterrado del diccionario personal de los escritores ya que obedece a una
concepción romántica superada del artista entregado a una musa, o poseído por
un demiurgo creador, o en todo caso una condición biorrítmica favorable. Nada
de eso existe a la hora de escribir que no es más que un proceso disciplinado
de asumir un proceso creativo que tiene unas pautas estrictas de trabajo. Lo
digo en la presentación de mi libro Ciento breve, cien minicuentos
de 100 palabras publicado en 2005: en el año 2000 la revista El
malpensante de Colombia convocó un concurso de minicuentos cuya
extensión no debía sobrepasar las cien palabras. Compuse unos varios, los
envié, ni gané y hasta me contestaron como suele hacer El malpensante con
la peor mala voluntad que normalmente tienen, pero me quedó la fijación de
componer minicuentos de 100 palabras, de exactamente 100 palabras. Producto de
ello en un lapso de unos 15 años es Ciento breve y ahora 200
breves. De otra parte la fijación reveló igualmente gusto y placer por las
posibilidades que otorga en sí el minicuento.
-¿Qué aspectos abarcan los 200 breves? ¿Parte de
hechos reales?
Aquí hay toda una discusión de la literatura en
general, acerca de la dimensión misma de la literatura. Todo parte de la
realidad. Ser escritor es un hecho real fijado en el tiempo y en el espacio.
Una historia puede despegar de la realidad, de hecho es siempre así en cuanto
los escritores somos reales y no unos hologramas o unos plasmas que flotan en
los techos. Hay una conciencia estricta de realidad pero por más que esa
historia arranque desde la realidad una vez que entra en el terreno de la
literatura desdice y abjura de la misma realidad porque entra en una dimensión
donde la propia palabra traiciona lo que de objetivo encierra la realidad
trasladándose a lo imaginativo, que es la forma más elevada y respetable de la
mentira, también conocida eufemísticamente como la ficción. En 200
breves hay muchas situaciones que han partido de la realidad, incluso
de mi vida misma, hasta me atrevería a decir que es uno de los libros más
personales que he escrito, cosa que no debe importarle demasiado al lector ni a
mí me importa mucho que no le importe. Pero una vez, repito, que se meten en la
piel de la literatura o en los papeles de la literatura ya cobran un aspecto
más relacionado con lo mental-abstracto que con lo real.
– ¿Cómo construye un hecho en 100 palabras?
Un hecho se construye en 100 palabras o en mil o en
siete que es el número de palabras de su pregunta, que por lo demás constituye
el hecho de su pregunta. Hay hechos, o historias o situaciones que requerirán
de mayores o menores explicaciones. Me gusta pensar en este teorema arbitrario
de que bastarán al menos 100 palabras para sentirme contento urdiendo
literariamente una historia.
– ¿Menos es más?
Gracián tiene aquella frase citada muchas veces que
de lo bueno, si breve mejor. Tampoco podemos matricularnos en el reduccionismo.
El minicuento tiene algo que lo caracteriza maravillosamente bien: la narración
llega hasta un punto y existe en el hecho de su lectura una suerte de
completación (palabra horrorosa por cierto) de parte de quien lo lee, que
también será arbitraria según cada quien. El escritor deja unas pistas para que
tal vez alguien complete un mapa o una geografía de los hechos sugeridos. El
minicuento siempre juega a descompletar las piezas lo cual no significa
necesariamente que sea más o que sea mejor. Los juegos siempre son así: en
definitiva el autor establece unas premisas y hasta las anuncia para que haya
unos participantes llamados lectores.
– ¿Qué significa para usted la literatura?
Es uno de los pocos sentidos que ha tenido mi vida
o uno de sus sentidos más duraderos en relación a que quedará como una pieza de
recuerdo, una huella dactilar personal de mi paso por este incomprensible
mundo. La literatura ha terminado fijándome hasta un destino. Es la forma que
tengo para ser, tal vez la única.
– ¿Qué es lo que más disfruta de escribir? ¿Tiene
algún tipo de rutina?
Lo que más disfruto de escribir es escribir. Nunca
he creído en esas víctimas de la literatura, escritores que hablan del dolor
del mundo y otros recursos de la parafernalia del escritor sufrido, un alma
frágil sostenida por la palabra. Es una versión bastante tuberculótica de la
vida y de la escritura. Esos escritores fracturados, escindidos, lacerados. Qué
cosa tan petulante y tan peligrosa porque hasta cometen suicidios. A mí me
divierte muchísimo escribir, me lo paso muy bien haciéndolo tratando de mentir
y especialmente tomándole el pelo a los demás hasta en las situaciones serias y
duras que puedo escribir. En el fondo de todo hay un escritor muerto de la risa
que puede abandonar todo menos el humor, aunque prescinda de él. A Juan Carlos
Onetti le preguntaron sobre sus rutinas escriturales y respondió con una frase
de la que me he apropiado porque nadie lo ha dicho mejor: “La hora de escribir
es la hora de escribir”.
– ¿Qué es lo más difícil de ser escritor?
Lo más difícil de ser escritor es escribir, una vez
más, sobre todo escribir algo que te convenza y no destruyas. Algo que puedas
leer cuando esté publicado y te dé algo de orgullo secreto, de que esa frase la
pensaste alguna vez y pudiste darle vida. A pesar de que no pensemos en los
lectores ya que quienes hacemos literatura nunca pensamos en un lector tipo o
modelo. Ello nos llevaría al despreciable terreno de los gerentes de mercadeo a
quienes nunca me cansaré de desacreditar, en que se escribe para hacer dinero.
Si bien no pensamos ni consideramos a los lectores, nos gusta que nos lean y
para eso hay que saber escribir la literatura destinada a ese placer personal e
intransferible de saber que alguien está ante nuestras frases con algún sentido
de compañerismo tácito. Los lectores se hacen amigos de los escritores en una
dimensión privada y también intransferible desde el punto de vista del lector.
Realmente lo más difícil de ser escritor está en cubrir la hoja blanca con una
historia que podamos admitir y reconocer, de la que no nos arrepintamos. Por lo
demás esa satisfacción será siempre parcial y nos pasaremos la vida compitiendo
contra nosotros mismos.
– ¿Qué otro género le gustaría explorar?
He escrito novelas, cuentos, crónicas, ensayos,
artículos y minicuentos. Hasta los veintisiete años me atreví a escribir
poesía y la mandé toda al cesto de la basura que era el sitio que
merecía. De modo que lo que restaría sería escribir teatro cosa que jamás
haré. Aparte de mi actividad rutinaria de escritor de artículos para la
prensa, estoy muy contento con ese trípode novela-ensayo-minicuento con el que
pienso permanecer sin ensayar ninguna novedad adicional.
– ¿Qué prepara para los 300?
Me encanta esta pregunta porque me condena al
fatalismo de tener que vérmelas con 300 breves algún día. Habrá que
preguntárselo al narrador que anda entretenido con su cuarta novela y se
malhumora cuando le llaman la atención sobre ese proyecto actual que le parece
difícil, y con el cual está luchando aunque se esté divirtiendo porque de lo
que se trata como dijimos es poder presentar algo que no nos desengañe y que
hasta llevará nuestro nombre en una tapa. Que para eso es la literatura.
Colaboración de @DanielaFeblesM
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