sábado, 19 de septiembre de 2015

LOS 200 CUENTOS BREVES DE KARL KRISPIN



El hermano de Ciento breve (2005) será presentado el domingo 27 de septiembre en la Asociación Cultural Humboldt
Un libro personal, 200 minicuentos de 100 palabras que ya está siendo distribuido en todo el país, 200 historias que revelan anécdotas, notas curiosas, analogías… así son los 200 breves de Karl Krispin y Oscar Todtmann Editores, que será presentado el próximo 27 de septiembre en la Asociación Cultural Humboldt.
Caraqueño (1960), escritor, profesor, articulista, ensayista e investigador, Karl Krispin ha publicado a lo largo de su vida diversas obras entre las que destacan La revolución Libertadora (1990), Viernes a eso de las nueve (1992), Golpe de Estado Venezuela 1945-1948 (1994), Camino de humores (1998), Alemania y Venezuela 20 testimonios (2005), Con la urbe al cuello (2005), Lecturas y deslecturas (2009), y La advertencia del ciudadano Norton (2010).
Sin embargo, fascinado por los minicuentos desde hace 15 años gracias al concurso organizado por la revista colombianaEl Malpensante (donde participó), no para de escribirlos. En el 2005 publicó Ciento breves y diez años más tarde sorprende con el doble de mini-historias que revelan su ahínco y su pasión por este género literario. “Bastarán al menos 100 palabras para sentirme contento urdiendo literariamente una historia”…
-¿Qué le inspiró a escribir micro relatos?
El verbo inspirar me da la impresión de que debería ser desterrado del diccionario personal de los escritores ya que obedece a una concepción romántica superada del artista entregado a una musa, o poseído por un demiurgo creador, o en todo caso una condición biorrítmica favorable. Nada de eso existe a la hora de escribir que no es más que un proceso disciplinado de asumir un proceso creativo que tiene unas pautas estrictas de trabajo. Lo digo en la presentación de mi libro Ciento breve, cien minicuentos de 100 palabras publicado en 2005: en el año 2000 la revista El malpensante de Colombia convocó un concurso de minicuentos cuya extensión no debía sobrepasar las cien palabras. Compuse unos varios, los envié, ni gané y hasta me contestaron como suele hacer El malpensante con la peor mala voluntad que normalmente tienen, pero me quedó la fijación de componer minicuentos de 100 palabras, de exactamente 100 palabras. Producto de ello en un lapso de unos 15 años es Ciento breve y ahora 200 breves. De otra parte la fijación reveló igualmente gusto y placer por las posibilidades que otorga en sí el minicuento.
-¿Qué aspectos abarcan los 200 breves? ¿Parte de hechos reales?
Aquí hay toda una discusión de la literatura en general, acerca de la dimensión misma de la literatura. Todo parte de la realidad. Ser escritor es un hecho real fijado en el tiempo y en el espacio. Una historia puede despegar de la realidad, de hecho es siempre así en cuanto los escritores somos reales y no unos hologramas o unos plasmas que flotan en los techos. Hay una conciencia estricta de realidad pero por más que esa historia arranque desde la realidad una vez que entra en el terreno de la literatura desdice y abjura de la misma realidad porque entra en una dimensión donde la propia palabra traiciona lo que de objetivo encierra la realidad trasladándose a lo imaginativo, que es la forma más elevada y respetable de la mentira, también conocida eufemísticamente como la ficción. En 200 breves hay muchas situaciones que han partido de la realidad, incluso de mi vida misma, hasta me atrevería a decir que es uno de los libros más personales que he escrito, cosa que no debe importarle demasiado al lector ni a mí me importa mucho que no le importe. Pero una vez, repito, que se meten en la piel de la literatura o en los papeles de la literatura ya cobran un aspecto más relacionado con lo mental-abstracto que con lo real.
– ¿Cómo construye un hecho en 100 palabras?
Un hecho se construye en 100 palabras o en mil o en siete que es el número de palabras de su pregunta, que por lo demás constituye el hecho de su pregunta. Hay hechos, o historias o situaciones que requerirán de mayores o menores explicaciones. Me gusta pensar en este teorema arbitrario de que bastarán al menos 100 palabras para sentirme contento urdiendo literariamente una historia.
– ¿Menos es más?
Gracián tiene aquella frase citada muchas veces que de lo bueno, si breve mejor. Tampoco podemos matricularnos en el reduccionismo. El minicuento tiene algo que lo caracteriza maravillosamente bien: la narración llega hasta un punto y existe en el hecho de su lectura una suerte de completación (palabra horrorosa por cierto) de parte de quien lo lee, que también será arbitraria según cada quien. El escritor deja unas pistas para que tal vez alguien complete un mapa o una geografía de los hechos sugeridos. El minicuento siempre juega a descompletar las piezas lo cual no significa necesariamente que sea más o que sea mejor. Los juegos siempre son así: en definitiva el autor establece unas premisas y hasta las anuncia para que haya unos participantes llamados lectores.
– ¿Qué significa para usted la literatura?
Es uno de los pocos sentidos que ha tenido mi vida o uno de sus sentidos más duraderos en relación a que quedará como una pieza de recuerdo, una huella dactilar personal de mi paso por este incomprensible mundo. La literatura ha terminado fijándome hasta un destino. Es la forma que tengo para ser, tal vez la única.

– ¿Qué es lo que más disfruta de escribir? ¿Tiene algún tipo de rutina?
Lo que más disfruto de escribir es escribir. Nunca he creído en esas víctimas de la literatura, escritores que hablan del dolor del mundo y otros recursos de la parafernalia del escritor sufrido, un alma frágil sostenida por la palabra. Es una versión bastante tuberculótica de la vida y de la escritura. Esos escritores fracturados, escindidos, lacerados. Qué cosa tan petulante y tan peligrosa porque hasta cometen suicidios. A mí me divierte muchísimo escribir, me lo paso muy bien haciéndolo tratando de mentir y especialmente tomándole el pelo a los demás hasta en las situaciones serias y duras que puedo escribir. En el fondo de todo hay un escritor muerto de la risa que puede abandonar todo menos el humor, aunque prescinda de él. A Juan Carlos Onetti le preguntaron sobre sus rutinas escriturales y respondió con una frase de la que me he apropiado porque nadie lo ha dicho mejor: “La hora de escribir es la hora de escribir”.
– ¿Qué es lo más difícil de ser escritor?
Lo más difícil de ser escritor es escribir, una vez más, sobre todo escribir algo que te convenza y no destruyas. Algo que puedas leer cuando esté publicado y te dé algo de orgullo secreto, de que esa frase la pensaste alguna vez y pudiste darle vida. A pesar de que no pensemos en los lectores ya que quienes hacemos literatura nunca pensamos en un lector tipo o modelo. Ello nos llevaría al despreciable terreno de los gerentes de mercadeo a quienes nunca me cansaré de desacreditar, en que se escribe para hacer dinero. Si bien no pensamos ni consideramos a los lectores, nos gusta que nos lean y para eso hay que saber escribir la literatura destinada a ese placer personal e intransferible de saber que alguien está ante nuestras frases con algún sentido de compañerismo tácito. Los lectores se hacen amigos de los escritores en una dimensión privada y también intransferible desde el punto de vista del lector. Realmente lo más difícil de ser escritor está en cubrir la hoja blanca con una historia que podamos admitir y reconocer, de la que no nos arrepintamos. Por lo demás esa satisfacción será siempre parcial y nos pasaremos la vida compitiendo contra nosotros mismos.
– ¿Qué otro género le gustaría explorar?
He escrito novelas, cuentos, crónicas, ensayos, artículos y minicuentos.  Hasta los veintisiete años me atreví a escribir poesía y la mandé toda al cesto de la basura que era el sitio que merecía.  De modo que lo que restaría sería escribir teatro cosa que jamás haré.  Aparte de mi actividad rutinaria de escritor de artículos para la prensa, estoy muy contento con ese trípode novela-ensayo-minicuento con el que pienso permanecer sin ensayar ninguna novedad adicional.
– ¿Qué prepara para los 300?
Me encanta esta pregunta porque me condena al fatalismo de tener que vérmelas con 300 breves algún día. Habrá que preguntárselo al narrador que anda entretenido con su cuarta novela y se malhumora cuando le llaman la atención sobre ese proyecto actual que le parece difícil, y con el cual está luchando aunque se esté divirtiendo porque de lo que se trata como dijimos es poder presentar algo que no nos desengañe y que hasta llevará nuestro nombre en una tapa. Que para eso es la literatura.
Colaboración de @DanielaFeblesM

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